[A continuación vas a leer nuestra experiencia visitando el Parque Tayrona y durmiendo en hamacas en San Juan, pero si querés los datos prácticos para ir a conocerlo, tenemos los siguientes artículos: Cómo llegar a Tayrona, ¿cuales son las mejores playas del Tayrona? y una SUPER GUIA 2022 en éste link y además una guía sobre el caribe colombiano en éste link].
En la costa del Mar Caribe, a sólo 34 km de la ciudad colombiana de Santa Marta, el Parque Nacional Natural Tayrona nos ofrece 15000 hectáreas de paisajes exóticos, de esos que estamos acostumbrados a ver en postales o en revistas de turismo, donde la naturaleza es la protagonista, y nos permite disfrutar de un ambiente relajado frecuentado mayormente por mochileros de distintas partes del mundo, y a un precio económico. Selva, mar, playas, acantilados, paisajes en estado puro. Todo en un mismo lugar. Parque Tayrona es la prueba de que el paraíso no sólo existe. También está cerca! Y al alcance del bolsillo de cualquier persona dispuesta a pasar una noche suspendido en una hamaca bajo las estrellas.
Este Parque, seleccionado como una de las 10 mejores playas del mundo por el diario británico The Guardian, nos cautivó desde el momento en que conocimos de su existencia. Supimos de él casi por casualidad, y los pocos relatos y fotos que tuvimos de referencia bastaron para que hiciéramos lo posible por incluirlo en el itinerario.
Sabíamos que no era un destino fácil de acceder, dada la escases de días que disponíamos, y la falta de un medio de transporte público y directo que fuera lo suficientemente rápido como para optimizar nuestro escaso tiempo. Así fue como nuestra solución llegó de la mano de los transportes de MarSol, que nos ofrecían recogernos con una combi en la puerta del hotel, a las 5 de la mañana, y llevarnos los casi 250 km que nos separaban de Tayrona en forma «casi» directa (previas paradas en Barranquilla, Rodadero y Santa Marta, para dejar y/o levantar pasajeros), arribando a destino antes del mediodía, por 60000 COP cada uno. Y de esta manera, Tayrona dejó de ser sólo un sueño, para convertirse en realidad el quinto día del viaje.
Día 5: Camino al paraíso
Durante la noche no pudimos dormir nada. Dábamos vueltas y vueltas en la cama, no sólo por la ansiedad del viaje que nos esperaba, sino porque Marsol nos buscaba a las 5 am en nuestro alojamiento y temíamos quedarnos dormidos. Mirábamos el reloj. 2 am. Media vuelta a la izquierda para intentar dormir. Vuelta a la derecha, y a mirar nuevamente el reloj. 2.20 am. El tiempo no pasaba nunca. Insomnio total. Y así fue que finalmente se hicieron las 4.30. Aleluya! Nos levantamos, armamos las mochilas, y fuimos a esperar el transporte, que nos buscó puntual.
Salir de la bella Cartagena nos tomó más de una hora, ya que había que buscar en diferentes barrios a otras personas que viajaban para Barranquilla o Santa Marta. Eramos los únicos con destino final Tayrona. Si algo comprobamos después de este recorrido es que manejar en Colombia es todo un desafío! Sabemos que en Argentina se maneja mal, no se respeta la velocidad máxima, ni la senda peatonal, y muchos ni siquiera colocan el guiño para girar en las esquinas, lo que hace que varias veces los peatones casi perdamos la vida en el intento de llegar a la vereda de enfrente. Pero el estilo de conducir de algunos colombianos (no hay que generalizar) creo que nos superó con creces. Avanzan a toda velocidad por la cuadra, frenando a mitad de la bocacalle a mirar, recién ahí, si viene alguien. Cruzan semáforos en amarillo/rojo. Y lo más shockeante: se adelantan sobre los puentes! y a toda velocidad! Cuando vimos eso, empezamos a rezar cada vez que se acercaba un puente en el camino. Adrenalina pura! Si nosotros, acostumbrados a que no se respeten las normas de tránsito, nos sorprendimos, imagínense la cara de una pareja de españoles que venían en la buseta. No podían creerlo, y no es para menos! No quiero ni pensar lo que será conducir en la India o en Vietnam. Habrá que verlo para creerlo. Pasadas las 7 de la mañana, Dios mediante, ya estábamos sumergidos en el tráfico caótico de Barranquilla.
Nos llevó un buen rato abandonar Barranquilla, y volver a la ruta. Es de esas ciudades en las que parece muy fácil perderse, sumado a la escasa (por no decir nula) señalización. Por suerte nuestro conductor conocía el camino de memoria, y sólo nos demoramos a causa del denso tráfico. Ya en la ruta, el paisaje fue sorprendiéndonos con sus variaciones continuas. Por momentos podía divisarse el mar muy cerca, y en otras zonas la Sierra Nevada y algunos cactus eran los protagonistas.
Antes de las 9 atravesamos Rodadero y Santa Marta, y seguimos nosotros sólos con el conductor el camino cada vez más selvático hacia Tayrona, através de la Troncal del Caribe, en dirección a Riohacha. Cerca de las 10 de la mañana, arribamos al kilómetro 35, donde se encuentra la Taquilla El Zaíno, que es la puerta de entrada principal al Parque, desde la cual se accede a los sectores de Cañaveral, y Arrecifes.
Abonamos la entrada para extranjeros de 34000 COP cada uno, pedimos un mapa y nos colocaron unas pulseras que indicaban que habíamos pagado el ingreso. No nos solicitaron el certificado de vacunación contra la fiebre amarilla, pero a unos franceses que estaban delante nuestro sí se los pidieron. De todas formas, creemos que es importante tener la vacuna, no por el certificado en sí mismo, sino por una cuestión de prevención.
La misma buseta nos acercó hasta el estacionamiento del parque, a 3 km. Si no se cuenta con este servicio, se puede realizar el trayecto a pie, o contratar unos vehículos que por 2000 COP van hasta el lugar. Una vez allí, a 150 metros está la recepción, donde se puede optar por seguir derecho hacia Cañaveral, ya sea para acampar o para alojarse en los lujosos Ecohabs (de 400000 COP la habitación cuádruple), o tomar el sendero de 3 km de la izquierda rumbo a Arrecifes. En Cañaveral, se pueden alquilar caballos o mulas por 16000 COP para transportar los bolsos hasta Arrecifes.
Para ubicarte un poco mejor, aquí hay un buen mapa de la zona.
Nosotros preferimos comenzar por el «Sendero 9 piedras» que empieza al lado de la casa de artesanías, en el Museo Arqueológico Chairama, frente al estacionamiento. Bastó que hicierámos 5 metros por la selva para que a Lau lo pique una avispa, 2 veces! Al internarnos en el sendero, un cartel indica las 3 posibles rutas para recorrerlo: rutas A, B o C. Escogimos la ruta A, la principal, de 1400 metros.
Hace unos 15 mil años, grupos pequeños de cazadores y recolectores nómades habitaron el área del Parque., y hacia los siglos VI y VII, esta región fue ocupada por tribus aborígenes, conocidas como Tayronas, que se radicaron en el litoral y en las zonas altas, hasta el siglo XVI. Justamente a esto se debe el nombre del parque, y el sendero de las 9 piedras se denomina así, pués en su recorrido se pueden ver 9 piedras grandes y ovaladas, semejantes a un huevo, y con un agujero pequeño en el centro a modo de ventana, que los nativos utilizaban para ver el cielo y las estrellas.
Todo el camino tiene desniveles y está rodeado de una espesa vegetación selvática, impactante, donde se balancean unos largos ciempiés negros. Finalmente, se llega al Mirador de las Estrellas, donde la ventana en la roca apunta hacia la estrella polar, y al Mirador de la Sierra y el Mar, con unas vistas preciosas de todo el parque, de las playas, la selva y los acantilados formados por la erosión provocada por el oleaje sobre la roca. Lamentablemente el día estaba nublado, porque según dicen puede verse la Sierra Nevada de Santa Marta desde allí.
Terminamos el recorrido de las 9 piedras, para comenzar el Sendero hacia Arrecifes, que según el mapa indicador del parque, debía demorarnos 45 minutos… pero tardamos más de 1 hora y cuarto! Nuestra justificación se basa en que las 15.000 hectáreas del parque, de las cuales 12.000 son terrestres y 3.000 marinas, son muy ricas en biodiversidad: se tienen catalogadas 108 especies de mamíferos, entre las que sobresalen el mono aullador, el tigrillo, el venado y más de 70 especies de murciélagos, y 300 especies de aves, incluídas el águila blanca y el águila solitaria.
Por esta razón, tratamos de caminar despacio, para intentar observar la fauna del lugar, sin que huya despavorida de nosotros. Y fue muy productivo, porque pudimos ver más de lo que imaginábamos, desde ciempies, hormigas enormes, cangrejos y lagartijas, hasta monos saltarines, vizcachas, pájaros verdes y mariposas de todos los colores y tamaños, incluso de esas enormes y azules que se ven en los documentales.
Después de casi 90 minutos de caminata, por senderos de exuberante vegetación, que ascendían las sierras adentrándose en la selva y por momentos se acercaban a la costa del mar, ofreciendo vistas hermosas de la costa del parque y de la zona de La piscinita de Cañaveral, con sus sombrillas y Ecohabs, arribamos finalmente a Arrecifes.
El sector de Arrecifes está dominado por una extensa playa de arena blanca y mar revoltoso, donde está prohibido bañarse, debido a las fuertes corrientes submarinas. Los carteles indican que más de 100 personas han perdido la vida, por hacer caso omiso a la prohibición. Aunque sólo podamos mojarnos los pies, el lugar vale ampliamente la pena. El paisaje es fantástico: un océano rebelde y profundo que rompe en las rocas y se funde con el fondo dominado por palmeras y selva verde y tupida sobre la sierra.
En este sector, el alojamiento es muy natural, y en simbiosis con el medio ambiente: uno puede alojarse en el camping rodeado de palmeras, o en hamacas debajo de un quincho grande, o en cabañas (pueden consultar el precio aquí), siempre junto a la montaña y a unos pasos de la playa.
Decidimos no quedarnos en Arrecifes, y seguir caminando hasta Cabo San Juan del Guía. Al alejarnos un poco por la playa, rumbo al oeste, nos encontramos con La Piscina, de arenas amarillas y aguas cristalinas, donde uno puede refrescarse por ser segura para nadar. Y esto es todo un privilegio tratándose del Tayrona. Aquí suele encontrarse más movimiento de gente que en otras zonas, ya que los huéspedes que se alojan en Arrecifes, suelen venir a esta área a darse un refrescante chapuzón.
Luego de aproximadamente 45 minutos de caminata, el sendero de tierra y barro en la densa jungla se convirtió en un estrecho camino de arena, rodeado por abundantes cocoteros, que desembocaron en la entrada a San Juan del Guía. Aquí la playa es dividida en dos partes por el cabo, en el cual se alza un mirador sobre las rocas, que dispone de hamacas para pasar la noche y desde donde se tienen unas vistas magníficas.
Si bien las opciones disponibles eran acampar o alquilar hamacas en la zona de camping, esta vez elegimos la opción más cara: las hamacas del mirador, simplemente porque la vista impresionante desde allí arriba hacia ambas playas no tiene precio. Para todo lo demás, existe Mastercard. Aunque vale aclarar que el frío que se padece por la noche en ese lugar, tampoco tiene precio. Y en eso no hay Mastercard que valga.
El punto fuerte del camping de San Juan del Guía es el lugar geográfico donde está enclavado, y no precisamente los servicios que brinda: tres baños para mucha gente, duchas al aire libre, horarios restringidos de luz eléctrica, y servicio de hamacas para rentar (muchas veces mas confortable que el camping debido al calor). Particularmente, recomendamos las hamacas del Mirador, ya que realmente tienen una vista increíble a ambos lados de la playa, y hacia el mar.
Una vez que nos instalamos en nuestras hamacas, decidimos «alquilar un teléfono» para llamar a Marsol, para arreglar el horario en que nos buscarían al día siguiente. Sí, en Colombia alquilar un celular es de lo más común: por una tarifa que oscila entre 200 ó 500 COP por llamada (en Tayrona cuesta 500), te rentan el clásico Nokia 1100, sin límite de tiempo. Esto que puede sonar fantástico, no lo es tanto, cuando las personas que llegaron antes que uno para hablar, charlan muy animadamente, sin dar señales de cortar la comunicación en los siguientes 20 minutos, o hasta que la batería no de para más (lo que ocurra primero). Relax, take it easy!. Y a esperar se ha dicho.
En eso estábamos cuando nos dimos cuenta que habíamos extraviado el número que nos había dejado el chofer de Marsol. Y ahora qué?!? Llamamos a varios números que no nos dieron respuesta, le explicamos a un gendarme que pasaba por ahí la situación, consultamos con la gente del lugar, y cuando nos disponíamos a averiguar alguna otra alternativa no tan directa para regresar a Cartagena , apareció nuestro gendarme salvador con un papelito con el número que necesitábamos! Conclusión: Marsol pasaría por nosotros al dia siguiente a las 12.30 del mediodia.
Caminamos por las pequeñas playas de San Juan, nos sumergimos un poco en el mar transparente, y nos lamentamos otro poco por no poder disfrutar de aquel paraíso en un día soleado, donde seguramente la combinación de los colores del agua y de la vegetación debe ser aun más maravilloso.
Cenamos muy bien en el restaurant del lugar unos spaguetti napolitanos (7000 COP) y camarones al ajillo (22000 COP), acompañados por dos latas de cerveza Aguila, y luego con nuestras linternas que nos marcaban el sendero, nos dirigimos hacia nuestras hamacas a dormir.
Día 6: Qué bien se siente haber sobrevivido 😀
Me atrevo a decir que fue la noche en la que pasé más frío de mi vida. Sí, suena exagerado, lo sé. Pero juro no recordar algo más frío que dormir en la hamaca de Cabo San Juan, sin el abrigo necesario (mea culpa por eso). El viento soplaba muy fuerte, balanceaba las hamacas, y básicamente no existía reparo donde estábamos ubicados. Toda la noche rogué que llegara el día, y el calorcito caribeño, y que Lau al despertarse (porque él sí durmió plácidamente, y aún me pregunto cómo lo hizo) no me encontrara al estilo Leonardo Di Caprio en Titanic. Y asi como después de la tormenta siempre llega la calma, finalmente salió el sol, y con él, llegó el calor húmedo de la zona. Qué felicidad! nunca hubiera creído que iba a añorar tanto esa sensación pegajosa del clima caribeño. Nos levantamos, disfrutamos un rato de la vista desde nuestras hamacas, desayunamos en el restaurant del lugar (5000 COP cada uno), y antes de emprender el regreso, caminamos hacia la playa nudista. A esa hora de la mañana, la rústica playa de gruesas arenas y mar un tanto agitado, estaba desierta.
Era hora de emprender el regreso, ya que quedaba un largo trayecto hasta la entrada al parque. La vuelta fue a paso más veloz que la ida, y nos quedó tiempo para ir a visitar la playa La Piscinita, apta para el baño, y Cañaveral, con oleaje muy fuerte y carteles que indican que en la misma se han ahogado más de 100 personas.
A las 12.30 estabamos en la entrada para tomar el bus de Marsol que muy lentamente nos llevó de regreso a Cartagena de Indias . De esta manera, se terminó nuestra visita a Tayrona, uno de los destinos más idílicos que hayamos visto.
Pero el Día 7 nos esperaba la isla de San Andrés, y aunque no teníamos muchas expectativas depositadas en dicha isla, nos sorprendería gratamente.
Información útil para viajar a Tayrona
- En 2019 viajamos nuevamente a Colombia y por eso hicimos una guía actualizada de Tayrona con TODO lo que necesitás saber para organizar tu viaje, podés leerla acá.
- Cómo llegar al Tayrona: Lo más fácil es desde Cartagena, Santa Marta o Taganga. En caso de hacerlo desde Cartagena y no contar con muchos días, se puede utilizar la opción de los buses de Marsol para ganar tiempo. Acá podés leer sobre nuestro paso por Cartagena.
- Alojamiento en Tayrona: Lo mejor es acampar o dormir en hamacas. En caso de dormir en hamacas, lleven abrigo para que no les pase como a mi! Si prefieren dormir en una cama, en la zona hay unas pocas opciones, desde rústicas hasta de lujo. Pueden verificar disponibilidad, precios, etc desde aquí. Tengan en cuenta que en temporada alta puede haber mucha gente y conviene reservar.
- Qué llevar: repelente, malla, calzado cómodo para caminar, algo de abrigo por si de noche refresca, protector solar. Y fundamental para nosotros, seguro de viaje! mejor tenerlo y no usarlo, que necesitarlo y no tenerlo, sabemos porqué lo decimos! En este link tienen seguros con un 5% de descuento con precios económicos.